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Mostrando entradas de febrero, 2018

Un personaje sin guión

La mujer mira la lágrima caer sobre su mano mientras se pregunta cuándo acabará esta tristeza que le empapa el alma, como la humedad que ataca a los huesos. Al volver la vista atrás no ve más que los errores, los charcos, los borrones. Ni rastro de flores ni cantos de pájaros.  Cómo desearía haber sido como los personajes de las películas, que siempre saben qué decir o qué hacer. A ellos no se les queda cara de tontos cuando no les suben las palabras a la boca. Ellos no reaccionan horas, días, tal vez años después. Claro que la mujer no tiene en cuenta que las películas tienen guionistas, con tiempo para pensar y reescribir cada punto y cada tilde. Y aunque lo supiera, no aliviaría la pena o el remordimiento por lo que dijo o hizo, o peor aún, por lo que dejó de hacer o de decir. Sueña cada noche que vuelve atrás y toma otros caminos, elige otras opciones y pronuncia otras palabras, pero el final feliz se escapa como la arena de la playa entre los dedos de su chiquitina. N...

El graznido

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Cruzó la plaza con el corazón anegado de pesar; al fin y al cabo, no se dice un adiós definitivo todos los días. Un graznido atravesó el aire pesado de la mañana y resonó en cada centímetro de su cuerpo y de su alma. Y supo que el enemigo estaba celebrando la victoria.

La guerrera de la luz

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          La hechicera tomó a la mujer de las manos, pero no para leerle las líneas del destino. Aquellas manos hablaban por sí solas, transmitían calidez, dulzura, historia. La mujer dijo: “Yo tenía una amiga que solía decirme que tengo manos de curandera, que en cuanto la tocaba se le pasaban todos los males”. La bruja sabía que así era, aquellas manos destilaban bienestar y alivio.           Se asomó a su alma a través del gris plomizo de sus ojos, ojos cambiantes según el estado de ánimo. La miró por dentro, escudriñó cada rincón y le dijo:  “Eres un alma vieja; has vivido muchas vidas, aunque no las recuerdes, y en cada una de ellas has tenido que expiar tus culpas y aprender algo nuevo. A esta has venido a aprender a dar, a entregar sin esperar nada a cambio. Tu destino es acoger a los corazones rotos y cauterizar sus heridas, mantenerlos vivos y palpitantes en tu regazo hasta que puedan emprender un nuevo rumbo. Amar s...

Pero vuelve

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Llegas de puntillas, casi sin anunciarte Y me encuentras con la cama revuelta Y las ganas desparramadas. Sin mesura, sin templanza, irrumpes en mi feudo y tengo que franquearte la entrada. Nunca te has parado a preguntarme Dónde duele tu inconstancia. Sólo llegas y me arrasas. Como si yo no estuviera. Como si yo no contara. Aunque es mi vida la que trajinas, la que rondas y atenazas. No te importan mis jirones, mis pedazos, mi corazón desangrado. Tú sólo llegas y me arrasas. Pero no temas, no te evito. Arráncame un gemido, Una protesta, un desvarío. Pero vuelve; que yo te vea Y te respire, Que yo te tiemble y te acomode En el nido de mis manos.

A veces

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A veces necesito un abrazo. Un saludo. Tu voz. A veces el día se apaga en murmullos. Otras es como una película de cine mudo, con mucho aspaviento y un vacío que ni la música llena. A veces quiero decir a gritos que no todos los huecos se pueden llenar. Tal vez ni siquiera se deba. A veces tengo la incómoda sensación de ser un ariete ridículo intentando derribar unas columnas colosales. Una catapulta de juguete contra un castillo inexpugnable. Una hoja en movimiento en un trampantojo de la pared. Una brizna de paja en el ojo ajeno.

Cuando estoy triste

     ¿Por qué solamente escribo cuando estoy triste? Parece en esos momentos que mis dedos cobren vida. Hormiguean si no los dejo deslizarse por el teclado, si no aprietan un boli y garabatean cuatro letras en el primer papel que encuentro.       Será que cuando estoy contenta la risa y las palabras brotan fácilmente, sin miramientos, sin necesidad de mayor recorrido que del corazón a la boca. Pero cuando la alegría desaparece y el mundo alrededor suena amortiguado, hueco, extraño, las palabras bullen por dentro, me recorren entera buscando una vía de escape, hasta encontrar cómo plasmarse en un par de trazos y 120 pulsaciones por minuto. A la inversa que las pulsaciones de mi corazón. El ánimo no palpita a la misma velocidad, ni mucho menos.      Hoy se me quedó congelado cuando vi tu nombre escrito junto al suyo. Un parón. Una explosión silenciosa. Un agujero negro. Una certeza largo tiempo aplazada. Y una decisión amarga...

Víveme

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Amor: Quédate como estás; no muevas un músculo, ni una pestaña. Parece como si así pudieras detener el tiempo. No quiero seguir esta loca carrera de los segundos, los minutos y los timbrazos del despertador. Quiero vivir al ritmo lento de mis latidos, de la agitación de tus pulsaciones. Puedo oír la sangre, alborotada, batiendo en mis oídos, tocando a rebato en tus muñecas; y eso es todo lo que quiero. Me gusta abandonarme al lamento de nuestros cuerpos agotados... Nosotros no hacemos el amor; hacemos magia. Cuando vuelan nuestras manos por la piel dormida del otro y el sueño nos rehúye, se nos aviva el alma y sangran las heridas del desconcierto. Porque sentimos que no puede ser verdad que tengamos tanto dentro y que se derrame sin pudor desde que los ojos se acarician hasta que nos recorren los espasmos. Si cada gesto fuera una nota, cada caricia un movimiento, haríamos una música indescriptible. Voy a taparme con las mantas y a disfrutar de este mundo nuevo en el que, solos tú y yo,...

Palabras de Amor

Vida mía, Quieres que te escriba una carta de amor, que suelte el torrente de sentimientos que bullen por dentro, que lo plasme en blanco y negro para poder leerlo y releerlo. Para poder decir que esas palabras son tuyas porque para ti brotaron.  Y yo no sé cómo explicarte que sólo escribo cuando estoy triste, cuando el mundo en derredor suena amortiguado, hueco, extraño. Cuando todo se ha tornado gris y no encuentro colores. Sin rastro de flores ni cantos de pájaros.             ¿Sabes? Durante mucho tiempo pensé que yo era un amor intermedio. Alguien venido a dar, a entregar sin esperar nada a cambio. Pensé que mi destino era acoger a los corazones rotos y cauterizar sus heridas, mantenerlos vivos y palpitantes hasta que pudieran emprender un nuevo rumbo. Amar sin ser amada, dar sin recibir, entregar sin esperar contrapartida. Ser bálsamo, reposo, cura; alivio y consuelo para las almas doloridas y maltrechas que salie...