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Porque estamos vivas

Mi padre es grande y fuerte, el muro defensivo que nos ha mantenido siempre a salvo, las manos robustas que nos han aupado, que nos han sostenido, que nos han guiado. Mi padre, el roble que nos cobija, que nos guarece del mucho sol y del aguacero. Hoy por primera vez en mi vida he sido yo quien le ha abierto una nuez a él porque la artritis le resta fuerza a sus manos y he sido consciente de que va envejeciendo, de que no me durará para siempre. Luego he mirado a mi madre, siempre trabajando, cocinando, cosiendo, cuidándonos a todos... que se va haciendo pequeñita, que le cuesta ponerse en pie y se duerme viendo la tele cuando ¡por fin! se sienta un rato a descansar... y he sentido ternura y gratitud y miedo y pena... pero sobre todo he sentido que la vida se nos escapa sin notarlo y he querido parar un poco el torbellino vertiginoso que normalmente son mis pensamientos y emociones y he querido paladear la vida. Dejar de pensar en ese tipo que se empeña en hablarme cuando es obvio que ...

Jesús

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Este es Jesús Odriozola Lasa, una de las personas más influyentes en mi vida. Marcó mi infancia y mi adolescencia, porque era el capellán de mi colegio, @jesuitinasbilbao . Cada jueves celebraba Eucaristía en la capilla del cole, cada jueves durante catorce años nos vimos y me transmitió energía, buena vibración, entusiasmo por la vida, una visión positiva de la Humanidad y de lo que somos capaces. Pero no quedó ahí nuestra relación. Él celebró gustosamente las bodas de plata de mis padres y casó en su primera boda al que después sería mi marido. Con él trabajé en un grupo de tiempo libre con chavales del barrio de Zurbaran, a pesar de que nunca he sido creyente practicante. Él decía que no importaba, que aunque yo no creyera en Dios, Dios creía en mí, en mi sonrisa, en mi alegría. Curioso, así es como yo lo describiría a él. Jesús era navarro, de Elizondo. Euskaldun, amante de la buena comida y el buen vino, de las conversaciones largas, salpicadas de risas. Era luz, brillante y cálid...

Mi rosa

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Mi rosa no es roja como la pasión, no es cárdena como la sangre. No es declaración de rendido amor ni petición de matrimonio. Mi rosa no hace eco a su nombre, no está tintada por el rubor discreto de una cándida niñita. No es símbolo de amor dulce y tranquilo No es amarilla como el oro, como la miel viscosa y dulce, como el atardecer de rayos hiriendo al cielo otoñal. No es metáfora de celos y traiciones. Tampoco es anaranjada de deseo loco, como las fragrantes mandarinas que empiezan a marchitarse en mi frutero. Ni lavanda de flechazos del arquero ciego y caprichoso, ni azul de espera eterna, ni negra de promesa por siempre. Mi rosa es blanca, de sencillez y pureza, de inocencia, de nuevo comienzo. Es un mensaje de reverencia y humildad, de amanecer tímido tras una noche tormentosa. Es merengue con el que relamerse los labios y dejar huellas de dedos golosos. Es una nube de verano que viene a acallar el calor a plomo de un mediodía de agosto. Es un algodón esponjoso, suave y ligero, c...

Aguarda

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  No te empeñes en subir la guardia, que no quiero golpearte. ¿Por qué levantas barreras si yo no quiero lastimarte? Tú construyes diques que te guarden del arrebato y de la pasión. Marcas con tu frialdad una raya que no he de cruzar. Das un paso atrás cuando yo me acerco... Pero guardas en tu pecho el secreto de la ansiedad, porque quieres amar aun a pesar tuyo. Aguarda y descubrirás que puedo minar tus barreras,  tocarte el corazón, abatir tus diques y cruzar tus rayas. Aguarda, que yo sabré esperar  a que el tiempo se convierta en mi aliado. Photo by יניב גרינברג on Unsplash

Poemas ajenos I

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En mi cuaderno copiaba con mimo los poemas que caían en mis manos y resonaban conmigo de alguna manera.  Con letra temblorosa, repleta de emoción, henchida de admiración. Me costaba a veces escribir tras aquellos éxtasis. Me inclinaba entonces a ser sujeto pasivo de la experiencia. Después de un tiempo, se me pasaba. Volvían la inquietud y mis poemas. Hace años, garabateé, más que escribir, este poema de Susana March en mi cuaderno de tapas azules, mi "Recuento de Palabras", que nació para guardar aquellos destellos de poesía que me enamoraban y albergar aquellos borbotones que a veces se me escapaban por los dedos, casi de forma inconsciente. Sigo releyéndolo de vez en cuando, porque las emociones no caducan. He cambiado todas mis rosas por un lugar cerca del fuego,  por el sosiego de mi alma la negra seda de mi pelo. He vendido mis esperanzas por un puñado de recuerdos,  mi corazón por un reloj que sólo cuenta el tiempo muerto. Mi última moneda d...