Porque estamos vivas

Mi padre es grande y fuerte, el muro defensivo que nos ha mantenido siempre a salvo, las manos robustas que nos han aupado, que nos han sostenido, que nos han guiado. Mi padre, el roble que nos cobija, que nos guarece del mucho sol y del aguacero.

Hoy por primera vez en mi vida he sido yo quien le ha abierto una nuez a él porque la artritis le resta fuerza a sus manos y he sido consciente de que va envejeciendo, de que no me durará para siempre. Luego he mirado a mi madre, siempre trabajando, cocinando, cosiendo, cuidándonos a todos... que se va haciendo pequeñita, que le cuesta ponerse en pie y se duerme viendo la tele cuando ¡por fin! se sienta un rato a descansar... y he sentido ternura y gratitud y miedo y pena... pero sobre todo he sentido que la vida se nos escapa sin notarlo y he querido parar un poco el torbellino vertiginoso que normalmente son mis pensamientos y emociones y he querido paladear la vida. Dejar de pensar en ese tipo que se empeña en hablarme cuando es obvio que yo no quiero... dejar de deshojar la margarita y marchitarme esperando por ese otro...

Y he salido a la calle y he aspirado el olor a hierba recién cortada, uno de mis aromas favoritos... y he gozado de la caricia del sol... y hoy voy a rozar las gargantas de mis hijas y disfrutar su suavidad y notar el latido en sus venas... y besarlas y reir... porque estamos VIVAS. Gracias por ello.

(Año 2015. Tres años más tarde, la muerte nos lo arrebató.  Sin avisar. Sin darnos tiempo a reaccionar.  A traición)


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