Entradas

Me gustan las tormentas

Cuánto me gustan las tormentas. Ver rasgarse el cielo, oírlo verter su furia...  Cuántas noches, como ésta, me levanto para verlas desde mi balcón... para disfrutar imaginando cómo la lluvia redentora limpia el aire, literal y metafóricamente. Para aspirar el aroma a tierra mojada, a electricidad en el ambiente. A cambio, a nuevo comienzo.

Mi padre

Gracias por venir a acompañarnos en este trance tan doloroso en este momento tan duro. Gracias porque seguiréis acompañándonos en el largo camino que nos queda por delante, ahora que se nos ha ido nuestra luz y nuestra guía. Porque queríais a mi aita y nos queréis  a nosotros. Son innumerables los mensajes de cariño que hemos recibido en estos días. Pero quiero destacar varios que me han llegado al alma.  Un amigo me dijo que ojalá nuestros hijos algún día puedan decir de nosotros lo mismo que yo os voy a decir de mi padre, porque eso significará que lo hicimos tan bien como él.  Otro amigo que dijo que ciertas personas, como los genios, no deberían morir nunca y aita era una de ellas. Y una amiga me dijo que a ella cuando se le murió su aita, su hijo le dijo que no se preocupase que Dios no pierde nada de lo creado. Aita era el roble bajo el cual nos cobijábamos, el pilar que sostenía el peso de la familia. Un gran hombre de corazón enorme y risa contagiosa. La enciclope...

Tu nombre

                                                                         Cuando   estamos enamorados y somos correspondidos, en labios del otro nada suena más dulce que nuestro propio nombre.  Cuando el amor se acaba, nuestro nombre en sus labios suena a puñalada, a dolor escupido al pecho, a abismo, a niebla, a miedo.

Mi palabra

Ni Dios ni el Diablo acudirán en mi ayuda. Estoy sola, terriblemente sola ante el muro de tu indiferencia. No gritaré, pues nadie, nadie acudirá en mi defensa cuando tu desdén me derribe.  Veo un abismo ante mis pies y éstos vacilan un instante. ¿He de hundirme en él con un grito ahogado? Casi anhelo el vacío ante mí; y olvidar la tensión, y rendir las fuerzas... Pero he jurado que te esperaría... Y mi palabra es lo único que tengo.

Un personaje sin guión

La mujer mira la lágrima caer sobre su mano mientras se pregunta cuándo acabará esta tristeza que le empapa el alma, como la humedad que ataca a los huesos. Al volver la vista atrás no ve más que los errores, los charcos, los borrones. Ni rastro de flores ni cantos de pájaros.  Cómo desearía haber sido como los personajes de las películas, que siempre saben qué decir o qué hacer. A ellos no se les queda cara de tontos cuando no les suben las palabras a la boca. Ellos no reaccionan horas, días, tal vez años después. Claro que la mujer no tiene en cuenta que las películas tienen guionistas, con tiempo para pensar y reescribir cada punto y cada tilde. Y aunque lo supiera, no aliviaría la pena o el remordimiento por lo que dijo o hizo, o peor aún, por lo que dejó de hacer o de decir. Sueña cada noche que vuelve atrás y toma otros caminos, elige otras opciones y pronuncia otras palabras, pero el final feliz se escapa como la arena de la playa entre los dedos de su chiquitina. N...