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Tu nombre

                                                                         Cuando   estamos enamorados y somos correspondidos, en labios del otro nada suena más dulce que nuestro propio nombre.  Cuando el amor se acaba, nuestro nombre en sus labios suena a puñalada, a dolor escupido al pecho, a abismo, a niebla, a miedo.

Mi palabra

Ni Dios ni el Diablo acudirán en mi ayuda. Estoy sola, terriblemente sola ante el muro de tu indiferencia. No gritaré, pues nadie, nadie acudirá en mi defensa cuando tu desdén me derribe.  Veo un abismo ante mis pies y éstos vacilan un instante. ¿He de hundirme en él con un grito ahogado? Casi anhelo el vacío ante mí; y olvidar la tensión, y rendir las fuerzas... Pero he jurado que te esperaría... Y mi palabra es lo único que tengo.

Un personaje sin guión

La mujer mira la lágrima caer sobre su mano mientras se pregunta cuándo acabará esta tristeza que le empapa el alma, como la humedad que ataca a los huesos. Al volver la vista atrás no ve más que los errores, los charcos, los borrones. Ni rastro de flores ni cantos de pájaros.  Cómo desearía haber sido como los personajes de las películas, que siempre saben qué decir o qué hacer. A ellos no se les queda cara de tontos cuando no les suben las palabras a la boca. Ellos no reaccionan horas, días, tal vez años después. Claro que la mujer no tiene en cuenta que las películas tienen guionistas, con tiempo para pensar y reescribir cada punto y cada tilde. Y aunque lo supiera, no aliviaría la pena o el remordimiento por lo que dijo o hizo, o peor aún, por lo que dejó de hacer o de decir. Sueña cada noche que vuelve atrás y toma otros caminos, elige otras opciones y pronuncia otras palabras, pero el final feliz se escapa como la arena de la playa entre los dedos de su chiquitina. N...

El graznido

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Cruzó la plaza con el corazón anegado de pesar; al fin y al cabo, no se dice un adiós definitivo todos los días. Un graznido atravesó el aire pesado de la mañana y resonó en cada centímetro de su cuerpo y de su alma. Y supo que el enemigo estaba celebrando la victoria.

La guerrera de la luz

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          La hechicera tomó a la mujer de las manos, pero no para leerle las líneas del destino. Aquellas manos hablaban por sí solas, transmitían calidez, dulzura, historia. La mujer dijo: “Yo tenía una amiga que solía decirme que tengo manos de curandera, que en cuanto la tocaba se le pasaban todos los males”. La bruja sabía que así era, aquellas manos destilaban bienestar y alivio.           Se asomó a su alma a través del gris plomizo de sus ojos, ojos cambiantes según el estado de ánimo. La miró por dentro, escudriñó cada rincón y le dijo:  “Eres un alma vieja; has vivido muchas vidas, aunque no las recuerdes, y en cada una de ellas has tenido que expiar tus culpas y aprender algo nuevo. A esta has venido a aprender a dar, a entregar sin esperar nada a cambio. Tu destino es acoger a los corazones rotos y cauterizar sus heridas, mantenerlos vivos y palpitantes en tu regazo hasta que puedan emprender un nuevo rumbo. Amar s...