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Mostrando entradas de marzo, 2021

Confieso

  Recuerdo la primera vez que fui consciente, con estupor, de que una reacción mía, que a mí me pareció tan natural, tan normal,  había levantado ampollas provocando una respuesta inesperada: Un chico me preguntó por una amiga común y yo contesté que aquel fin de semana no había venido con el resto de amigas, que se había quedado en Bilbao. Él llamó a casa de ella (eran los tiempos prehistóricos en los que no había móviles) y ella no estaba, tenía plan B.  Aquello trastocó el finde de mi amiga; interrogatorio paterno y demás. Resultó que la culpa la tenía yo, por no haber puesto cara de tonta y haber dicho "no sé" cuando me preguntaron. Juro y rejuro que no se me ocurrió pensar que aquello era alto secreto. Veintitantos años después, vuelvo a sentirme así, aunque por otra razón. Al final voy a tener que admitir que la culpa es mía, que desconozco totalmente el significado de la palabra discreción, que soy una bocas y no sé cuántos cargos más de los que me sie...

8 marzo

Aún recuerdo mi estupor cuando, buscando algo que leer siendo muy jovencita, me topé con una "Agenda Femenina" de 1975 que perteneció a mi madre. No recuerdo todo lo que me horrorizó al leerla, pero se me quedó grabadísimo en la memoria que en aquel entonces, para abrir una cuenta en el banco, la mujer tenía que PEDIR PERMISO al marido si estaba casada o al padre si estaba soltera. Se me cayó la mandíbula al suelo, porque yo veía a mi madre como lo que es, una persona fuerte, inteligente, capaz e independiente; y no entendía que tuviera que estar supeditada a otra persona, en este caso mi padre, sólo porque su sexo era femenino. Hemos avanzado desde entonces, pero no tanto como para considerar que la lucha ha acabado. Y no penséis que el machismo sólo afecta a las mujeres: tengo un amigo "amo de casa" por una condición médica que le impide trabajar fuera de casa, al que sólo dejan de mirar raro cuando lo explica. ¿Y por qué tiene que explicarlo? ¿No bastaría con que...

Una visita en sueños

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11 marzo 2020. Ayer vino mi aita a verme en sueños. Lo vi aparecer de pronto, con un traje azul marino, guapísimo, como siempre. El resto de personas que me rodeaban no lo apreciaron, no mostraron señales de haber notado su presencia.  Yo en el sueño sabía que él ya no está en este mundo, pero lo dejé acercarse. No me causó sorpresa, ni mucho menos sobresalto. Como si llevase tiempo esperándolo. Le abracé y le besé y aspiré su aroma a fresco y a limpio. Escuché su voz (su preciosa voz de barítono) que me decía que no hiciera esperar a mi ama. Disfruté el momento,  porque lo tomé como un regalo, ya que, incluso dentro del sueño, yo sabía que no era real. Y sin embargo la sensación lo fue. Por un momento recuperé a mi aita.  Luego me desperté,  justo un minuto antes de que el despertador me pusiera en pie. Pero empecé el día con una sonrisa.  Creo de algún modo, realmente vino a visitarme. Cuando salí de casa, volví a ver a un águila sobrevolándome. Como en los pr...

María

Hoy hace siete años que escribí este texto. Estaba entonces pasando una etapa difícil en mi vida y este episodio me inundó de luz, paz y alegría. Es curioso cómo la vida te da pequeños empujones cuando estás a punto de desfallecer. Cuando los nubarrones se ciñen sobre tu cabeza y tu corazón y sólo quieres abandonarte a la tristeza y la autocompasión, aparece un nuevo personaje en tu escenario que te hace ver los colores en el mundo de nuevo. Hoy he tenido ocasión de conocer un poquito más a una alumna, una chavalita de 16 años, sorda de nacimiento, a la que su condición no ha frenado para lograr sus sueños. Se ha presentado al examen de FCE, ha hecho un oral brillante, está aprendiendo japonés por su cuenta y daba gusto oírla hablar de su vida, sus anhelos y sus cosas. Me ha emocionado, me ha conmovido profundamente. Quiero dar la enhorabuena a sus padres, por no darse por vencidos cuando los médicos les decían que no se le podían poner implantes a un bebé de 18 meses, por luchar por s...