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Hasta la última piedra

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Se va acabando el tiempo y sólo quedan sabañones y palabras deshilachadas de tanto usarlas. Nada nuevo bajo el sol, siempre la misma cantinela, fogonazos engañosos que pretenden ser forjas nuevas y solo son soniquetes desprovistos de vida y de veracidad. Pensé que habías escrito un diccionario exclusivo y novedoso del cual ser digna musa, pero alimentaste mi ego con el mismo pienso rancio que otras tantas mulas han probado y probarán. Un rancho que se antojaba delicioso y en realidad supo a corcho, insípido y ordinario, vulgar forraje. Hay muchas telarañas que limpiar, pero es cuestión de tiempo y voluntad, como vaciar el trastero. Punto para mí, ya puedo puntear esa tarea y las demás vendrán en cascada, porque estoy lanzada en esta carrera contra las arrugas. Faltará colágeno, pero nunca valor. Si he de morir luchando, lo haré de mil amores, porque yo soy el territorio más sagrado que puedo imaginar y nunca me dejaré arrasar, aunque mis rodillas duelan y los huesos griten que no en va...

A Bright Blue Rose

I will never forget the evenings on the deck, looking at the sun disappear and sharing a glass of wine, while you played the guitar and Martin and I sang this song you taught me. I will never forget your welcoming smile, when you picked me up at the airport for the first time. I will never forget our trips around North Devon and the love for it you passed along onto me. The walks with the dogs, the rides on the van. All the words you taught me, the evenings singing with your friends. Your sense of humour. Your righteousness. Your somewhat unexpected tenderness. I will never forget how much I admired you and your devotion for your wife Jan Deverell  and your family. I remember thinking 'I want a Dev in my life". Farewell, Dev Deverell . You made my world better and I will always be grateful for that.  All the love in my heart Bright Blue Rose

Patxo joan jaku

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 "Patxo joan jaku". El mensaje llegó el 28 diciembre; la muerte nos había gastado la más cruel de las inocentadas y se había llevado a Patxo. Gure Patxo, Patxo el de Villaro. Aunque nació en Dima y vivió en Durango, así le conocía todo el mundo. Areatzako Patxo.  Nos conocimos, cómo no, cantando. En el Coro de Arratia, en el que cantó como solista durante muchos, muchos años. Entre ensayos del coro y cánticos en los bares de Areatza al terminar los ensayos, fuimos forjando una amistad. Las tardes de sábado invernal en el Azul son preciados recuerdos; "Patxo, atara gitarra!" fue nuestro grito de guerra en aquellos ratos post-ensayo, en las merendolas en su casa, en el txoko de Gemma, o en Zeberio, donde Paulo.  Vivimos juntos unas cuantas vísperas de Santa Águeda, cuando recorríamos infatigables Arratia y Bilbao desde las 8 de la mañana hasta las 10 de la noche, cantando a la santa y manteniendo la tradición. Patxo golpeaba la makila contra el suelo y nos marcaba el ...

El árbol de Nora

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Nora quería un árbol, para anidar entre sus ramas, en una caseta que albergase sus juegos. Cada mañana se despertaba pensando en su árbol y en cómo construiría la chabola. Tenía muchas ideas y desbordaba creatividad por los cuatro costados. Lo tenía todo pensado, muy bien planeado. Sólo le faltaba el árbol. Lo buscó por los parques y las plazas de su ciudad, pero no encontró ninguno adecuado. Algunos tenían ramas descarnadas que no ofrecían abrigo ni refugio. Otros eran tan altos que la caseta parecería un rascacielos inclemente. Unos cuantos más estaban en plazas en las que no había niños con los que asaltar barcos desde la chabola reconvertida en buque corsario para la ocasión. Nora escribió al alcalde y le explicó lo importante que era tener un árbol en su plaza, para vivir en la caseta que ella construiría mil y una aventuras. Aquel árbol sería un castillo inexpugnable, un submarino amarillo, o tal vez multicolor, un cohete surcando el espacio hasta Marte, un hospital de campaña, u...

Sigue andando

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Han quedado en la nevera, olvidados, dos tarritos de arroz con leche. Tintinean, cada vez que la abro. Desde que era niña, ha sido mi postre favorito, pero hoy no me apetece. De hecho, sólo pensarlo me da vuelta al estómago. Hace mucho calor esta noche, creo que dejaré la ventana abierta. Tengo que pasar por la farmacia a comprar las pastillas para dormir, a mí nunca me ha funcionado lo de contar ovejitas. ¡Leeré un libro!. Al menos, si me pilla el alba con él entre las manos, habré vivido otras vidas. Habré tenido otros sueños y puede que llegue a conocer un final feliz. Y no, no hablo de sexo. Hoy todo me sabe a corcho. La tortilla de patata de Amaia, que normalmente me sabe a gloria, hoy sabe a tedio, a bucle en el tiempo. Ojalá se desate una tormenta. Ojalá se levante un viento vigoroso y los goterones azoten las ventanas con saña, para acunarme entre tanto estrépito. Que quede un aire limpio para que, cuando el despertador suene a las 6 de la mañana, no sea tan difícil respirar. R...