Patxo joan jaku
"Patxo joan jaku". El mensaje llegó el 28 diciembre; la muerte nos había gastado la más cruel de las inocentadas y se había llevado a Patxo. Gure Patxo, Patxo el de Villaro. Aunque nació en Dima y vivió en Durango, así le conocía todo el mundo. Areatzako Patxo.
Nos conocimos, cómo no, cantando. En el Coro de Arratia, en el que cantó como solista durante muchos, muchos años. Entre ensayos del coro y cánticos en los bares de Areatza al terminar los ensayos, fuimos forjando una amistad. Las tardes de sábado invernal en el Azul son preciados recuerdos; "Patxo, atara gitarra!" fue nuestro grito de guerra en aquellos ratos post-ensayo, en las merendolas en su casa, en el txoko de Gemma, o en Zeberio, donde Paulo.
Vivimos juntos unas cuantas vísperas de Santa Águeda, cuando recorríamos infatigables Arratia y Bilbao desde las 8 de la mañana hasta las 10 de la noche, cantando a la santa y manteniendo la tradición. Patxo golpeaba la makila contra el suelo y nos marcaba el ritmo.
Me gustaba su voz, acariciadora. Sus chistes, malos. Sus jotas navarras, picaronas. Su risa, socarrona. La forma en que me decía "¿Qué hay, chavala?" Su increíble facultad para recordar las letras de las canciones, para hacer segundas y hasta terceras voces, para improvisar, para disfrutar de un vaso de vino en la mejor compañía.
Nos quedó pendiente una última kantu-merienda que no pudimos hacer porque tuvo que ingresar en el hospital. Su funeral se celebra hoy en Andra Mari en Durango, a las 19h, y yo no estaré allí físicamente. Pero estaré haciendo lo que más nos gusta a los dos, cantar. No se me ocurre mejor homenaje.
Heuk diñoan moduan: segi kantetan eta ondo bizi!.
Agur, Patxo. Egun haundira arte. Maite zaitut!
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