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Volver a Medina

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Volver a Medina es siempre recuperar un poco de mi vida pasada. El sitio de mi infancia y mi primera juventud. Aquí aprendí a nadar y a andar en bici, salí a las primeras verbenas y fui a la discoteca por primera vez. Aquí recibí mi primer beso y salí con el primer chico, saqué el carné de conducir, hice cuadrilla, viví sola sin mis padres, tuve uno de mis primeros trabajos, agarré la primera borrachera... Aquí crecí. Estos días he vuelto y me he enfrentado a muchos recuerdos, algunos dolorosos. Aquí es donde más he echado de menos a mi aita. Hoy me he despedido de varias personas que han sido constantes en mi vida, que forman parte de mi pasado; y he tenido la sensación de que  me despedía definitivamente,  porque hay muchas probabilidades de no volver a verlos más. Y me he emocionado. Mucho. Pasa la vida y no nos damos cuenta.  Vividla a tope, queridos. Es fugaz y frágil.

Vuelta a casa

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          Amama María es una  superviviente nata, desde que su madre Francisca enviudó estando  embarazada de ella y con otros dos hijos pequeños. El padre murió en  California, donde era pastor, a manos de los que codiciaron su reloj de  bolsillo y las cuatro perras que ahorraba para enviar al caserío. Amama  nació el 28 de julio de 1917 en el caserío Arnauri de Orozko. Vivió  pocos años allí, a los once años la mandaron a vivir con unos tíos a  Bilbao. Luego se casó en Basauri y con el tiempo se establecieron en  Bilbao.           ¿Qué no habrán visto los ojos de Amama? Cuando ella era niña, no había  agua corriente ni electricidad en el caserío... pero aquella aldeanita  que sobrevivió a una guerra civil, a la Postguerra, la dictadura, crisis  económicas, espirituales y humanitarias, que perdió varios hijos, que  ha conocido biznietos, hace tres años que aprendió a ...

Cambio de armario

Ocho días y cierro curso, ciclo y puertas. A mirar al sol, a las estrellas y a lo que haga falta. Sin lágrimas, sin prisa, pero sin pausa. A aprender por qué vine a este mundo y vivo esta vida. A comprometerme conmigo y con la alegría. A cuidar mi llama interior, porque quiero ser antorcha y brillar en la oscuridad. Toca cambio de armario, de aires. Limpieza por dentro y por fuera. Hay que aligerar la mochila, desprenderse de lo viejo y hacer sitio a lo nuevo. Renazco cada verano. Mi otra casa me está esperando.   (21 junio 2016) 

Amaren Eguna.

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  Ni una lágrima solté, hasta que tú llegaste y me abrazaste. Ni una lágrima, no tuve tiempo. Desde que empezaron las contracciones, estuve muy ocupada haciendo mi trabajo, traer a mi bebé al mundo. Respira, sostén el aire, empuja. Jadea, jadea, jadea. Respira, sostén el aire, empuja. Y luego, cuando por fin nació, yo estaba demasiado cansada para cualquier otra emoción. Entonces llegaste y me abrazaste. Y algo se deshizo en mi pecho. Un nudo. Cayó una barrera, como si hubieses pulsado el botón que liberaba la presa. Me abracé a ti llorando, y llorando juntas estuvimos un buen rato. No sólo acababa de convertirme en mamá, sino que, por primera vez, tuve la sensación clarividente de ver en ti a la mujer. No la entelequia, la madre, ese ser casi supremo, omnisciente, una diosa para sus niños; sino a la mujer, con sus sueños, sus deseos y sus miedos. La que un día decidió tener un bebé y enfrentarse a lo desconocido. La que tuvo que renunciar a muchas cosas por cuidar de sus retoñ...

Carta desde el tren

¡Buenos días, mi vida!  Te he buscado ansiosa en la estación esta mañana, pero no estabas en el andén. Cuando ha llegado el tren, me he vuelto a mirar otra vez a la puerta giratoria, por si aparecías con ese revuelo tan tuyo de la mochila mal colgada de un hombro y las partituras bajo el brazo luchando por no caer, mientras rebuscas en el bolsillo para encontrar el pase. Pero nada, no había señales de ti.  Siempre procuro sentarme junto a la ventanilla, para ver la vida zumbando en el camino. Me gusta viajar en tren cuando el día es soleado y el traqueteo me adormece. Hoy el vagón iba medio vacío y entraba el sol claro de primera hora de la mañana, así que me he arrellanado en mi asiento, dispuesta a pensarte, con el pelo revuelto sobre los ojos y el botón de la camisa mal abrochado, con ese aspecto de desastre que me tiene enamorada.  ¡Mi gozo en un pozo! Dos asientos más allá, una mujer gritaba su frustración al teléfono móvil y no nos dejaba dormitar en ese silencio re...