Como un río

Cada danza tiene sus pasos, cada música su cadencia.

Tú no tengas prisa en sanar, que la cicatriz necesita tiempo para cerrarse y suavizarse. 

No quieras acelerar para volver cuanto antes, que los platos más ricos se cocinan a fuego lento.

No achuches al reloj ni al calendario, que las hojas sólo caen cuando llega el otoño, por mucho que sacudas el árbol a fuerza de vivo deseo.

Claro que volverás, pero ya dicen que no por mucho madrugar, amanece más temprano.

Tú fluye, como un río.
Los ríos siempre acaban en la mar, pero no pueden saltarse su propio curso. Cada meandro, cada rápido es necesario hasta llegar a la desembocadura.

No quieras parar las aguas bravas que arrancan gemidos de tu pecho, ni chapotees para alborotar las aguas estancadas de tu tristeza.

Unas se irán calmando y las otras cobrarán vida cuando se mezclen en el más inesperado de los recodos. 

Y un día sonarás cantarina como los borbotones que se derraman en las pequeñas cascadas. Y desembocarás en un mar ancho y luminoso y ya no se quedará tu risa  atrapada entre las ramas de las riberas oscuras y tenebrosas que has tenido que vadear.

Cuando tengas ocasión, siéntate a la orilla de un río o de un arroyo y escucha sus murmullos, porque ellos te cantarán estrofas de batallas y triunfos, de momentos épicos, como ese en el que despiertes y sientas una paz inmensa manar de tu pecho.

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