Cuidado con los charcos

Cuidado con los charcos.


No porque puedas resbalar en ellos y romperte la muñeca.


No porque vayas a mojarte los pies y cubrirte de barro.


Cuidado con los charcos.


Porque al pisarlos hagas algo inesperado, fuera de la norma, un tanto indebido.


Cuidado con los charcos, que salpican gotas de libertad cuando chapoteas en ellos.


Que desafían la lógica y la sensatez. Que yacen en rebeldía silente.


Que te devuelven una imagen que no vive en tu espejo ni en tu cabeza.


Cuidado con los charcos, no vayas a volverte salvaje. O a constatar que ya lo eres.


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