Una tarde perezosa
Un momento suspendido en el tiempo, un paréntesis, un oasis de tranquilidad.
Aspiro el olor a café y a canela con fruición. Sentada en un banquito de madera pintada de blanco, guarecida de la llovizna y la luz gris, mortecina.
Sólo unos minutos para parar, escuchar a los pájaros y degustar el café que Carlos prepara tan rico. Con leche de soja, estevia y canela, como a mí me gusta. Ya sabe cómo prepararlo, no tengo más que asentir cuando asomo por la puerta de la taberna.
Los eucaliptos del parque hoy no dan sombra a la Facultad, pero su olor fresco y penetrante me llega a pesar de los tubos de escape.
No sé el nombre de los otros árboles del parque. Voy a tener que comprar un libro con ilustraciones e ir identificándolos uno a uno. Es un buen plan para una tarde perezosa. Cuántas ganas tengo de una tarde perezosa.
Sólo los árboles, el banquito blanco, y un café con leche de soja y canela.
Comentarios
Publicar un comentario