Con una sonrisa
Ayer entré en un bar por la tarde a tomar un pincho. Una duendecita de dos años pululaba por entre las piernas de los clientes, camino de la puerta; pensé que salía detrás de un chico que sería su padre. Al ir hacia el fondo, me encontré con una mujer con deficiencia visual, se notaba que de un ojo no veía, lo tenía velado; ella y dos niños de 5 o 6 años buscaban ansiosos entre las mesas, en el baño... Le indiqué que la peque iba hacia la salida y la interceptaron a tiempo.
Me fijé entonces en que había otra mujer con otro niño de unos 2 años. Esta era ciega y tenía con ella a su perro lazarillo. Una vez recuperada la nena y pasado el susto, las dos mujeres aleccionaron a los mayores: "Tú siempre al lado de amatxu, ¿eh, cariño?". Y siguieron tomando su café.
Me quedé pensativa e impresionada por la fuerza de estas mujeres, porque no se habían escudado en su deficiencia para esconderse de la vida y del mundo; no se habían quedado en casa o aisladas. Habían salido a tomar un café, a relacionarse como todos hacemos todos los días, a vivir, a pesar de las dificultades.
Lo harán todos los días, con cada pequeña actividad que a nosotros nos parece trivial y que a un ciego le puede complicar mucho la vida. Me dieron ganas de abrazarlas y felicitarlas, por su valentía, por su fuerza, porque son unas luchadoras. Y con una sonrisa en la boca.
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