La Perla Gris


La Perla Gris nos mira con ojitos soñadores cuando pasamos calle arriba, calle abajo, con los brazos cargados de bolsas, sillas de playa, panes recién horneados.


Se esconde tras las macetas rebosantes de hortensias y observa la calle sin mostrar interés... pero sin perderse un detalle. No se le escapan los gritos de los chiquillos que suben, alborozados, a la plaza, con un billete en las manos para comprar una rueda de churros. Tampoco el repiqueteo de los tacones de las señoras que suben a misa, cogidas del brazo mientras desgranan sus confidencias.

El sol ha aflojado un poco y hace falta una chaqueta. La Perla ha pasado toda la tarde al sol, con las patas bien extendidas, absorbiendo el calor que desprende el pavimento. Ahora llega el momento de moverse, de buscar una atalaya desde donde seguir vigilando la vida que pasa por su calle.



 

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