Ciertos olores

Hay olores que traen recuerdos vívidos, como si nunca hubiésemos dejado de percibirlos. Algunos me hacen sentir enferma, como el de la sopa de sobre que me recuerda a una charcutería en la que solía comprar mi madre y a una tarde en que volví del colegio con el estómago muy revuelto.

Otros, sin embargo, son pedacitos de felicidad que vuelven a mí de vez en cuando para poner una sonrisa en mis labios. El olor a salitre, a hierba recién cortada, a barbacoa en el monte... el de la laca en la peluquería a la que acompañaba a mi madre cuando yo era pequeña... las ráfagas de cigarrillos rubios, las de marihuana... el olor dulce y tierno de un bebé, el olor intenso de una noche de sexo lujurioso...

Y, sobre todo, el olor a Ducados y chicle de menta. El olor del chico del jersey verde. Hace un par de años me dio un vuelco el corazón cuando volví a olerlo, sabiendo como sabía que no era él. Ya nunca será él. Pero un simple chicle y un cigarro tienen y tendrán siempre el poder de conjurarlo. Como si acabara de besarme.

Foto: @dayday95 for @unsplash

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