Súplica


Ven, siéntate a mi lado. Deja que te hable ahora que tenemos tiempo. 

¿Te das cuenta? Nunca nos hemos parado a mirarnos a los ojos sin decirnos nada. No hemos paseado a la luz de la luna, ni hemos explorado bosques embrujados. No hemos escuchado el rumor de las olas batiendo en la playa, ni hemos contado piedrecitas de colores en un riachuelo. ¡Hay tantas cosas que no hemos hecho! Y es que nunca tenemos tiempo.

Repetimos los mismos gestos cada mañana, cada día las mismas palabras. Cada mañana nos ponemos la misma máscara e interpretamos nuestro papel, ése que en algún momento nos adjudicamos sin darnos cuenta. Y la vida se nos vuelve gris y húmeda y la tristeza hace mella en nuestros huesos.

Ya no soñamos con tierras lejanas. Ya no somos piratas en islas perdidas. No nos tumbamos a llorar sobre la hierba, no inventamos nombres nuevos para las estrellas. No temblamos de emoción ni de miedo. Ya no miramos al cielo buscando estrellas fugaces. Y es que ya no tenemos tiempo.

Se nos ha escondido la poesía y no quiere salir de su rincón; porque ya no sabemos buscarla con los ojos de la inocencia, con el tacto de la sencillez. Ya no nos salen los besos, ni los suspiros, ni las caricias; ni los sollozos siquiera. Pero créeme; ¡aún estamos a tiempo!

Para decirnos lo que sentimos, para tocarnos sin miedo. Para vivir el momento, y escuchar todo ruido y saborear el silencio... Para desprendernos de nuestras cargas y volar libres y ligeros. Para unir nuestras almas, nuestras manos, nuestros cuerpos... Para no lamentarnos de nada cuando llegue el adiós eterno.




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