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Mostrando entradas de mayo, 2021

Amaren Eguna.

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  Ni una lágrima solté, hasta que tú llegaste y me abrazaste. Ni una lágrima, no tuve tiempo. Desde que empezaron las contracciones, estuve muy ocupada haciendo mi trabajo, traer a mi bebé al mundo. Respira, sostén el aire, empuja. Jadea, jadea, jadea. Respira, sostén el aire, empuja. Y luego, cuando por fin nació, yo estaba demasiado cansada para cualquier otra emoción. Entonces llegaste y me abrazaste. Y algo se deshizo en mi pecho. Un nudo. Cayó una barrera, como si hubieses pulsado el botón que liberaba la presa. Me abracé a ti llorando, y llorando juntas estuvimos un buen rato. No sólo acababa de convertirme en mamá, sino que, por primera vez, tuve la sensación clarividente de ver en ti a la mujer. No la entelequia, la madre, ese ser casi supremo, omnisciente, una diosa para sus niños; sino a la mujer, con sus sueños, sus deseos y sus miedos. La que un día decidió tener un bebé y enfrentarse a lo desconocido. La que tuvo que renunciar a muchas cosas por cuidar de sus retoñ...