La cómoda
Cuando yo era una niña, solía jugar en la habitación de las dos camitas en casa de Amama María. Tenía una cómoda con tres cajones y un espejo grande y allí me pasaba yo las horas probando nuevos atuendos con todo lo que pillaba. Sayas, camisones, pañuelos, chales... Yo era una niña muy imaginativa y podía inventarme toda suerte de personajes. En segundos, un pañuelo aquí y otro allá, me convertía en bailarina exótica, en monja de clausura o en emperatriz de medio mundo. No sé en qué punto perdí la ilusión por disfrazarme. O quizá solamente sea pereza... ¿ Es eso hacerse vieja? Tendré que bucear en mi cómoda, buscando un disfraz. O a mi niña interior. 📷 Unsplash